Tengo amigos eternos, amigos de piel y otros de hierro. Tengo amigos del tiempo, de la escuela, del trabajo y de la facultad. Tengo amigos que aprendí, tengo amigos que elegí y amigos que adopté. Muchos son amigos del alma, del corazón, de la sangre. Tengo amigos de vidas pasadas y amigos para toda la vida. Tengo amigos que son más que amigos. Tengo amigos que son hermanos, otros que son padres y también tengo amigos que son hijos.
Dicen que hay amigos en las buenas y otros en las malas, pero yo tengo amigos que están siempre. Tengo amigos que se ven, otros que se tocan y otros que se escriben. Por supuesto que hay amigos que se van y que nos dejan, pero también hay amigos que vuelven y otros que se quedan. Tengo amigos inmortales y amigos de la distancia. Tengo amigos que extraño, que lloro y que pienso. Tengo amigos que deseo, que abrazo y que miro. Tengo amigos de noche, de siestas y de madrugadas. Tengo amigos hombres, amigos mujeres y amigos perros.
Tengo amigos que deliran y otros que son poetas. Tengo amigos que son de los que dicen todo y amigos que no hacen falta decirlos. Tengo amigos nuevos, viejos, viejos amigos. Tengo amigos sin edad, amigos gordos, amigos flacos. Tengo amigos que no me llaman y tengo amigos que tampoco llamo. Tengo amigos con poco tiempo, amigos desde hace una hora y amigos desde ahora.
Tengo amigos que dejé ir, otros que no pueden venir, amigos que están lejos, amigos del barrio. Amigos de la palabra, amigos de lo ajeno, amigos incondicionales. Tengo también amigos invisibles, amigos sin lugar, amigos de la calle. Amigos míos, amigos tuyos, amigos nuestros.
Tengo muchos amigos; amigos en común, amigos del teatro, de la música, amigos de verdad. Tengo amigos que están tristes, otros que están alegres, otros que simplemente no están. Tengo amigos que están en la luna, otros en el campo, y otros en el cielo. Pero todos, absolutamente todos mis amigos, tienen algo en común...
son indispensables.